Ayudándome de tu mano, me logré equilibrar y comencé a andar. No creas que es fácil caminar sin más ayuda que un candelabro sin encender en una noche completamente oscura. Sin ti las manías más defectuosas se vuelven auténticos torbellinos. Eres el alma de todo aquel ciervo con el que me codeo a cada paso que doy. Un libro abierto sin escritura, intentaré resolver aquel acertijo pasado sin solución. Con la grandiosidad de una generosa recompensa intentaré saciar todo aquel recuerdo que en mis ojos dejaste al marchar.
Una jaula llena de lobos hambrientos y nada más un sello en una mano que me recuerda todas aquellas realidades soñadas que tú creaste. Una acera llena de pisadas que no van a ninguna parte, vagones de tren llenos de asientos vacíos que cierto día del pasado estuvieron ocupados por todos aquellos soñadores con sus descubrimientos y grandes perspectivas pero también de estúpidos y dañinos fracasos.
La gran ayuda de un ser humano es la habilidad de poder crear su propio castillo en una vida rodeada por mundos vacíos.
Caminar por la senda de un maravilloso y fondoso bosque y no poder ver más allá de nuestros pies, mirar esas pisadas que significaron una despedida y un regreso a un inesperado lugar.
Esos pies que tantas ataques de pánico vieron y tantas huidas formaron.
Esos pies que algún día usaré para lograr dar la patada final a este mundo sin ninguna portería.
sábado, 14 de marzo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario